Cocó. 21 por ahora. Sin gatos, la mayor de una colección de tres hermanas, adicta a las variaciones del té con canela, fumadora más que social, emotiva. De creatividad lluviosa y nublada, de risas despejadas y calurosas, desapegada y enraizada en cosas que no debería, pequeña de estatura, desenterrando a la otra que se revolcaba de risa y no tenía miedo a hacer el loco, pescadora de recuerdos, friolenta y feliz dentro de todo.

miércoles, 12 de junio de 2013

El borrador. (parte 1)

Toda la vida pensó que tenía más tiempo, pero se quedó colgado en el "por mientras". Se despertó una mañana más temprano que otras veces, entonces el sol alumbró como nunca los rincones de su casa, que era un cuartucho improvisado en el que llevaba viviendo diecisiete años. Hace todos esos años se había ido de su casa, su plan era irse lejos, muy lejos de casa, pero en su camino a dedo por la carretera se quedó a la mitad de la meta. Caminando en medio del bosque para acortar camino, se encontró con una casita, vieja y maltrecha, parecía como si alguien hace mucho tiempo hubiese vivido ahí. Estaba ubicada cómodamente al lado de un castaño enorme que tapaba todo el sol que pudiese entrar por las rendijas, ese sol que sólo la iluminaba antes de llegar al mediodía. Se quedó ahí un día, una semana, un mes, un año y casi sin darse cuenta ya eran diecisiete, esos mismos años en que trabajó para el dueño de la granja en la que se había quedado, el le daba un sueldo miserable y le dejaba ocupar la casucha a cambio de cumplir religiosamente ocho horas diarias de trabajo.
Una sola vez había llevado a una mujer a su casa, en realidad ni si quiera fue en su casa, fue en su baño, ubicado a seis metros atrás y ella había entrado para estar con él justo en el momento en el que el estaba evacuando ciertas cosas. Él sentado, calzoncillos abajo, vena hinchada,  sintió andar a alguien cerca, se estaba limpiando el culo cuando entró Jacinta, la hija del pastor de ovejas. Se besaron largamente en la oscuridad del baño, él pensó que al fin tendría su oportunidad, pero Jacinta no era como él, ella quería ser alguien, y se fue a despedir. Al día siguiente todos estaban consternados con la noticia, Jacinta había dejado una nota que decía: 

Querido padre:
Lamento tener que hacer ésto así, pero acá no me espera más que lanas, quesos y mierda de vaca y yo quiero ser doctora. Te prometo no volver hasta lograrlo.
Un abrazo fuerte... 

Jacinta.




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