Cocó. 21 por ahora. Sin gatos, la mayor de una colección de tres hermanas, adicta a las variaciones del té con canela, fumadora más que social, emotiva. De creatividad lluviosa y nublada, de risas despejadas y calurosas, desapegada y enraizada en cosas que no debería, pequeña de estatura, desenterrando a la otra que se revolcaba de risa y no tenía miedo a hacer el loco, pescadora de recuerdos, friolenta y feliz dentro de todo.

martes, 23 de abril de 2013

El sujeto.

Mientras improvisaba una siesta, descubrí que las memorias de mi infancia son casi nulas. Recuerdo con dificultad cortos fragmentos de conversaciones y situaciones más que nada gráficas, como recortes de un periódico, fotografías, cortometrajes de mi propia historia. Trato de recordar en qué lugar de la habitación estaba mi cama, de qué lado dormía, cuáles eran las cosas que me gustaban, las películas que vi, las amigas que tenía. Todo me parece mucho más claro después del accidente, cómo si mi mente se esforzara en ocultarme de los días anteriores a ése. 
Recuerdo las piernas tibias de mi abuelo, sentada, sintiendo que el mundo era mío y que yo era la más bella de todas. Aún me parece sentir sus manos acariciando mi pelo, haciéndome reír y engordar con sus infinitos dulces. Recuerdo también sentirme millonaria cuando sacaba un puñado de monedas de su bolsillo, pasándomelo discretamente como si fuera droga. 
Generalmente en mi mente rondan los recuerdos más simples, algunos subidos de tono y otros sanos y alegres. Sé que si quiero puedo desenterrar los recuerdos más horribles, los más tristes, los más violentos y los más secretos de los secretos, porque los hay. La clave está en saber elegir. 

Debo admitir que algunas veces me permito sumergirme en esos recuerdos, sufrir un rato y volver a la vida, con una sonrisa sincera dibujada en la cara. Discernir entre el antes y el después, bosquejar con las manos un futuro prometedor, lleno de esperanza y de energía juvenil, esa energía que no siempre tengo. El orden de mis prioridades aveces supone un malestar físico, pero una satisfacción enorme. Otras veces me siento inadaptada para satisfacer las necesidades emocionales de otro, quizás justo ahora estoy pensando en él y no me imagino siéndole útil. Quizás no me permito ser amada, deseada, libre. También sé la razón.
Muchas veces me pregunto si seré la campeona de mi propia meta, aquella que me mantiene en lo más subversivo de mi misma. 
También sé que me alejé de la Iglesia para encontrar a Dios, y disfruto mis momentos de paz como si fueran sagrados, y como dijo A. Jodorowsky "Agradezco a mi ignorancia las cosas que voy a aprender", yo sé que escribir no me hace una escritora, pero ¿Por qué callar si nací gritando? Según madre nací ahorcada por su cordón umbilical... ¿Nací en silencio? 


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