Cocó. 21 por ahora. Sin gatos, la mayor de una colección de tres hermanas, adicta a las variaciones del té con canela, fumadora más que social, emotiva. De creatividad lluviosa y nublada, de risas despejadas y calurosas, desapegada y enraizada en cosas que no debería, pequeña de estatura, desenterrando a la otra que se revolcaba de risa y no tenía miedo a hacer el loco, pescadora de recuerdos, friolenta y feliz dentro de todo.

martes, 14 de octubre de 2014

Cuando leemos  el manifiesto Dadaísta, nos damos cuenta de la panorámica que Tzara nos ofrece, la cosmovisión acerca del pensamiento sobre el arte y la belleza y que a la vez reflejan los momentos que caracterizan a la vanguarda. Para explicarlo se establecen dos tipos de dimensiones en las cuales el arte o la institución-arte se desenvuelve.
Una es la destructiva o negativa, del cual nos afirmamos en el momento nihilista de la vanguardia, y es esta un planteamiento en el cual el principal factor no es destruir sólo por hacerlo, sino que en su trasfondo la crítica de Tzara es generar una alternativa de arte diferente a la establecido, a lo viejo y a lo formal.
Después hay otra dimensión que vendría  a ser la constructiva o positiva con las cuales hace propuestas para superar a la cultura Europea. Como por ejemplo construir sobre lo que ya estaba hecho, a lo cual llamó ready-made. O poder salirse de la teoría y crear a partir del azahar.
De la dimensión negativa se desprende por sobre todo lo que se llamó el asco-dadaísta, que tiene que ver con lo que se entendía de belleza y el concepto mismo de éste desde la época renacentista, ese culto a la belleza como si fuese religión. En esto dada se autoproclama anti-artístico, anti-literario y anti-poético. Es aquí en donde se desarrolla claramente el momento antagonista en ésta vanguardia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario