Cocó. 21 por ahora. Sin gatos, la mayor de una colección de tres hermanas, adicta a las variaciones del té con canela, fumadora más que social, emotiva. De creatividad lluviosa y nublada, de risas despejadas y calurosas, desapegada y enraizada en cosas que no debería, pequeña de estatura, desenterrando a la otra que se revolcaba de risa y no tenía miedo a hacer el loco, pescadora de recuerdos, friolenta y feliz dentro de todo.

lunes, 20 de enero de 2014

Fotografía.

Estaba durmiendo, se despertó con una caricia en el pelo. Habían tres mujeres sentadas al pie de la cama, eran  cuatro en total. 
Le miraban cada una de forma distinta, una estaba despeinada, amoratada, tiritona, ojerosa, flaca y triste, le miraba asustada. La segunda mujer tenía los ojos desviados, tenía el pelo laceo y brillante, sonreía, pero como si no tuviera otra cara, como si se hubiera acostumbrado a cargar una sonrisa que no era suya, le miraba paciente y la tercera mujer tenía un cuerpo hermoso, le miraba desafiante y confiada, tranquila y con un fuego de vida en los ojos. "Somos las mujeres que te has permitido ser, y queremos  volver a vivir". 
Encendió la lámpara y les miró ahora sí, bien los rostros. Eran como ella había sido en algún momento de su vida, tenían razón.
Las había dejado atrás y ahora le habían alcanzado, le habían cogido cansada y sin ganas. "Hemos decidido no dejarte tranquila  hasta que vuelvas a darle vida al menos a una de nosotras". Hablaba la tercera, mirándome a los ojos, firme y constante.
La segunda mujer en cambio dijo: "Bueno, sólo si quieres".
La primera en cambio sólo pronunció un silencio interrogante. 

La decisión estaba tomada desde antes de las mujeres. Pero ahora estaba obligada. 
 


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