Toda esa pestilencia que yo emanaba, toda esa mala vibra, todas esas inseguridades, esa decadencia, esa mediocridad, esa falta de ánimo y ganas de hacer cosas, esas pocas ganas de atreverme, de luchar, de salir, de hablar, de ser... se han ido. Todos esos miedos que destilaba hasta por las orejas, ya no están.
Tengo mi corazón y mi mente abiertos de par en par, mi visión está clara, y aún más mi misión, toda esa extrañeza que me causaba el mundo y toda esa indecisión, ese miedo de amar, esa incredulidad de no sentirme amada, ese sentimiento de poca cosa, todo eso se ha marchado. Todas esas cosas malas no se han ido del todo, sino que se han transformado. Siento que he dejado todo ese cuerpo roído y maltrecho, no está.
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